Más de un año ha pasado desde el primer confinamiento. De un día para otro, nuestras vidas cambiaron, y como tal, lo hizo el periodismo. Isabel Poncela Laborda, presidenta de la Asociación de Periodistas de Aragón (APA) y Delegada Territorial de Aragón en la Agencia EFE, cuenta cómo se reinventaron los medios para contar lo que estaba pasando, no solo en la comunidad aragonesa, sino en toda España.
Por Iago Benavides
¿Cómo se organizaron los medios para cubrir los primeros días de la pandemia?
Fue complicadísimo. El 8 de marzo era la manifestación por el Día de la Mujer y el 15 ya habían decretado el confinamiento total. Los medios no estaban preparados para el teletrabajo.
¿Fue complicado?
Fue muy difícil, tanto técnica como organizativamente. Una redacción es un sitio muy vivo, en el que hay mucha gente hablando, saliendo y entrando… y que cada uno esté en su casa es complicado. Nos adaptamos como pudimos y, a través de WhatsApp, del correo electrónico y del teléfono, sacamos la información.
¿Qué supuso esa transición hacia el teletrabajo?
Se cambió radicalmente la manera de transmitir la información, tanto de las fuentes hacia los periodistas, como de nosotros a la ciudadanía. Se acabaron las ruedas de prensa y las sesiones presenciales en los parlamentos y en los ayuntamientos. Se acabó la calle.
«Nosotros no estamos para edulcorar la realidad»
¿Qué herramientas utilizaron los medios para poder trabajar?
Comenzamos a utilizar plataformas como Zoom o Google Meet y las ruedas de prensa pasaron a ser retransmitidas en YouTube, donde se respondían las preguntas que enviábamos a través de WhatsApp a los responsables de prensa. Pero claro, en casa no están los pasillos, ni la cafetería, donde alguien te puede contar una historia con la que tirar de algún hilo.
Una vez acabado el confinamiento, ¿cuáles han sido los cambios más grandes para los medios de comunicación?
La Federación de Periodistas de España (FAPE) emitió una serie de recomendaciones que desde el Colegio replicamos aquí en Aragón. Cubrir con plástico los micrófonos, “canutazos” con distancia de seguridad y adoptar un formato semipresencial. Había personas que iban a cubrir la noticia y otras que la seguían desde casa.
¿Fue igual en todos los medios?
Hay cosas que varían en función del medio. No es lo mismo que nos den la oportunidad a nosotros, Agencia EFE, de hacer las preguntas por WhatsApp, que a las televisiones que necesitan grabar imagen. Ha sido un problema organizativo grande, sobre todo para mantener todas las medidas de seguridad.
El mundo de la prensa, al ser un formato físico y requerir el contacto, ¿cree que está saliendo más perjudicado?
La crisis del periodismo en papel viene de antes y esto ha sido una ‘puntillita’. Las nuevas generaciones no tienen la misma tradición de informarse en los periódicos que tenía la mía, y mucho menos la que tenía mi padre. Este sector empresarial, que ya está pasando una crisis por encontrar su modelo de negocio, se ha visto con una pandemia que le ha puesto las cosas todavía más difíciles.
Y con la aparición del Covid, ¿cómo se ha visto agravada esta situación?
Parece una tontería, pero ya no se pueden leer los periódicos en los bares y eso también implica una reducción de ventas. Económicamente, las consecuencias han sido brutales. Ha habido muchos compañeros que han ido al ERTE o que se han tenido que reducir jornadas. Ha supuesto un mazazo gordo para muchas personas.
Esta situación de incertidumbre, de ver a compañeros en ERTE, también deber afectar al periodismo. ¿Está viéndose disminuida la calidad periodística?
Cada vez las plantillas están más mermadas y se cobran peores sueldos. Pero esto viene de antiguo. Salvo algunas excepciones, la profesión no está muy bien pagada. Parece que todo el mundo es capaz de hacer lo que hacemos nosotros y se nos infravalora. De ahí esa concepción que a veces tiene la sociedad de que mentimos. La credibilidad del periodista está tocada desde hace tiempo.
«La crisis del periodismo en papel viene de antes, pero con la pandemia se han puesto las cosas todavía más difíciles»
Hablando de credibilidad, con la cantidad de bulos que han recorrido las redes últimamente, ¿cree que los medios han salido beneficiados, al pasar a ser la única fuente de información fiable?
Yo no sé si les beneficia o no. Al final, un bulo cuesta meterlo en circulación y que llegue a miles de personas tres minutos. Y desmentirlo requiere de un trabajo y un esfuerzo enorme. Yo creo que en estos temas tan sensibles hay que hacer un fuerte trabajo de alfabetización mediática.
¿Cree que no se ha hecho?
Haciendo un poco de autocrítica, creo que no hemos sabido encontrar todavía la manera de adaptarnos a una tecnología que ha ido diez mil kilómetros por delante de nosotros.
¿Por qué?
No hemos encontrado el modelo de negocio ni la manera de sacarle rentabilidad. No hemos sabido trasladar a la sociedad el mensaje de que el periodismo de calidad vale mucho dinero, que requiere recursos económicos, humanos y materiales, además de tiempo de elaboración: contrastar fuentes, buscar historias, conseguir entrevistas…
En la primera ola no se enseñaron imágenes duras, impactantes. ¿Cree que esto es algo que debería haberse mostrado antes?
Sí, por supuesto. Aquí no estamos para edulcorar la realidad. Manteniendo todas las precauciones con la ley de protección de datos y la intimidad, habría que haber mostrado mucho más la crudeza de lo que estaba pasando. Esto es lo que está sucediendo, y si hay una cámara mucho mejor, porque eso también tiene un componente de denuncia.
¿Las instituciones públicas pusieron algo de su parte?
Cierto es que las instituciones que gestionan la sanidad han sido muy cautelosas. Demasiado. Con este tema no han dado muchos permisos para que se mostrara con la crudeza que tenía.
¿Considera que no se ha tenido la transparencia suficiente?
La gran mayoría no lo ha hecho intencionadamente. Todos los días hemos dado datos de contagiados, de número de muertes, de hospitalizaciones y, muchas veces, las cifras bailaban. Cotejar los números que tenía el Ministerio de Sanidad con las que daba el Gobierno de Aragón no tenía nada que ver. Un día se pasaban por lo alto, otro día por lo bajo. Ha sido horroroso.
«En la pandemia se acabaron las ruedas de prensa y se acabó la calle»
Era una situación complicada, ¿no?
Ni los propios políticos sabían a lo que nos enfrentábamos. Hablaban de una pandemia de gripe dura, de que la mortalidad, según los datos de China, no era tan alta. Nos creímos los datos de China, y en China ‘dan los datos como los dan…’ Aunque después de la primera ola se podrían haber adoptado algunas medidas.
La crudeza, los cambios en la forma de trabajar, la situación económica y social… ¿Cómo ha afectado todo esto a los propios periodistas?
El cambio fue brutal. Todo empezó a girar única y exclusivamente alrededor de la Covid. No había deportes, no había cultura, era todo información sanitaria y sobre las consecuencias de la pandemia. Se dejó de informar de lo normal y corriente, de lo que estamos acostumbrados, y eso supuso un proceso de adaptación mental.
¿Cree que pueda haber secuelas psicológicas?
A la gente que conozco,
mentalmente le pasa factura, y al ciudadano que no para de oír y de escuchar
todo el rato lo mismo, supongo que también. Puede que las consecuencias a largo
plazo de esta pandemia se vean más adelante. Y también habrá que contarlas.
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