Baja estatura, paso firme y la apariencia sincera de quien ha recorrido 74 primaveras y cuyo próximo verano será el septuagésimo quinto. Su acento catalán y su cerebro, a modo de estantería de una gran biblioteca internacional sin desorden en los tejuelos, le confieren el tono contundente y auténtico de quien intuye a qué huelen las cosas. Generoso con las palabras, la entrevista con él es eso, entrevista… Capaz de inspirar confianza incluso al más principiante.
Cuando hablé con él por primera vez, hace un año, un majestuoso puro en su boca parecía ahuyentar las mentiras cotidianas. Su arma. Oteando fotos de archivo, comprendí que se trataba de una extensión de él mismo. En esta ocasión, no lo llevaba, y sin embargo daba la misma sensación de armado (será la experiencia que demuestran sus canas) y, como siempre, sin el escudo de la timidez ni la prepotencia de quien tanto ha visto a través de sus gafas atadas, continúa muy pendiente de todo. Un año después, volvemos a hablar de lo mismo: de Periodismo.
Sergio Lacasa- Esta vez represento a una quimera. Me gustaría lograr que usted, como entrevistado, se olvidara de la grabadora que hay entre ambos y se abriera a contestar a las preguntas que le haga, pero me temo que con alguien de su calibre no me va a resultar fácil.
José Martí Gómez- Bueno, yo he hecho centenares de entrevistas y hay algo que me fascina: lo que yo llamo el clic. Pasa muy poquitas veces en entrevistas personales. Consiste en un momento mágico que el entrevistador detecta porque el entrevistado, como dices, se olvida de la grabadora y se crea un ambiente de confianza tremendo. A mí me habrá ocurrido esto unas diez veces en mi vida. Es un momento muy bonito, en mi caso inolvidable. Pero a veces provoca que cuando recuperan su ubicación te dicen que eso te lo han contado en un momento de confidencia y te ruegan que no se publique. El entrevistador ya lo daba por titular, pero si tiene un mínimo de decencia no lo publicará.
S.L.- Dado que Dragóndigital.es es un medio de estudiantes y para, principalmente, estudiantes, cuéntenos cómo debemos prepararnos una entrevista.
J.M.G.- Mi experiencia es que cuanto mayor talla intelectual tenga el entrevistado más aborrece al entrevistador que va con una serie de preguntas que ha sacado de Google o de cualquier archivo. En esos casos, los entrevistados se aburren, y muy probablemente los archivos utilizados como base contienen errores. Yo recomendaría documentarse bien, sin utilizar guión. Si, por ejemplo, se trata de un escritor es haber leído al escritor. Algo muy importante es empezar de una forma muy ligera, con una pregunta nimia. Y, sobre todo, escuchar y ser humilde; no ir de sabio porque te puedes pegar una buena hostia, si el tema es muy complicado: actuar con honestidad, y es posible que el entrevistado nos ayude.
S.L.- Supongo que por todo eso, a pocos periodistas se nos da bien la entrevista. Pero cambiando de tercio, ¿Cuál es la función del periodista?
J.M.G.- (Risas). A veces cuando escucho entrevistas en radio pienso que llegará un día en que el entrevistado diga: “El día más triste de mi vida fue cuando maté a mi madre”, y acto seguido el entrevistador continúe: “Y por cierto, usted estuvo de vacaciones en…”. Se le sale del guión, en fin… La función del periodista yo creo que debería ser la misma de siempre: una función crítica, de querer saber más de lo que te explican. De buscar la verdad, entre comillas, por lo subjetivo del término. Y sobre todo ser un contador de historias. Historias humanas.
S.L.- De ahí su frase: “A la gente le encanta que le cuenten historias, y la calle está llena de historias”.
J.M.G.- Claro, prueba este experimento: cuando estés reunido con un montón de gente comiendo, di en alto: “Tengo una historia que contaros”. Toda la mesa se callará expectante. Ahora bien, para el periodista todo es cuestión de saberla contar.
S.L.- De ahí también la importancia de las lecturas…
J.M.G.- Sí. Por ejemplo, Jorge Semprún me contaba que él nunca quiso escribir sobre los campos de concentración. Para su primer libro sobre el campo de concentración en el que él estuvo, en Buchenwald, entonces estaba en Madrid en la clandestinidad, con la policía pisándole los talones, por lo que no salía de una casa en la que le habían acogido sin saber que era él. El dueño de aquella casa le contaba sus vivencias en un campo de concentración. Semprún me decía: “Me lo contaba de forma tan aburrida, dando unos detalles que no interesaban a nadie, que yo pensé que tenía que escribir un libro contándolo de otra manera”.
S.L.- Jorge Semprún es un ejemplo de un periodista, por sus historias de no ficción, de época y concepción liberal, porque también ocupaba puestos políticos, era un literato…
J.M.G.- Era un activista y un gran tipo. De todos modos, en España antes de la guerra civil se dio mucho la figura del periodista que hacía política. Después eso se perdió. Durante el franquismo aún los había, pero hacían política partidaria, del régimen. Aquello era algo más intelectual. Ahora ya con la democracia eso se ha perdido bastante.
S.L.- A veces me da la sensación, al haber repasado algunos de los trabajos periodísticos hechos durante el franquismo o con el comienzo de la transición, de que a los periodistas que han nacido en democracia, se han educado en ella, les falta cierta perspicacia en pro del ideal de la objetividad del periodista.
J.M.G.- Yo no creo en la objetividad del periodista. El hecho es el hecho, sí, no se puede manipular, pero luego también debe operar la mirada de cada cual. Por ejemplo, en la época en que yo hacía crónicas judiciales, contaba el hecho, el crimen, pero después mi mirada era totalmente subjetiva. No para defender al acusado. Es decir, yo me preguntaba: “¿Por qué en el Palacio de Justicia solo se sienta en el banquillo gente humilde?” y lo planteaba a través de la mirada. En aquella época era así, ahora también se sientan chorizos de guante blanco.
S.L.- Ahora parece que sea necesario la especialización para los periodistas, enfrascarnos casi de por vida…
J.M.G.- Yo soy un poco enemigo de la especialización. Hay temas, como la economía o el deporte, que sí es necesario estar especializado, de hecho creo que en prensa tiene que haber especialistas. Pero en medio está el periodista outsider, que es el que yo he ejercido. Su gran baza es que pones ficha a todos los números de la ruleta.
S.L.- Sí, pero me refería de cara al futuro de nuestra profesión…
J.M.G.- Creo y seguiré creyendo en esa figura del periodista que trajina a su aire, si la redacción le da permiso. Pero yo creo que en las redacciones, incluso en las grandes, hay siempre espacio para los outsiders. No te veo muy convencido…
S.L.- Es difícil, ¿No?
J.M.G.- Claro, pero esa capacidad de poder ir a tu aire es cuestión de años de experiencia profesional. Me parece que influye mucho el creer en lo que haces. Yo empecé desde la base del negocio de la prensa y fui ganando parcelas de confianza para poder escribir, y hacerme un hueco por mí mismo en la redacción.
S.L.- Y, ¿cómo ha sido su relación con los jefes o con sus superiores?
J.M.G.- Yo con los jefes he tenido muchos enfrentamientos. Pero también he sabido cuándo tenía que ceder. Porque hemos de entender que la bronca del jefe muchas veces puede estar justificada. Con frecuencia, la mayoría de los jefes son unos inútiles, es cierto, pero, por nuestra parte, la libertad de expresión tiene unos límites que hemos de respetar. Además, hay muchos jefes, no solo el cercano, aquel con el que convivimos día a día en la redacción. A mí me llegó a censurar un reportaje Jordi Pujol porque supuestamente yo iba a hundir a Cataluña. El periodista se ha de plantar ante este tipo de cosas…
S.L.- Ahora quién se planta, con la que está cayendo…
J.M.G.- Lo comprendo. Un chico joven que cobra 800 euros no se puede plantar, porque si lo hace lo mandan a la calle y cogen a otro, sin más. De momento hay que defenderse como se pueda y ya llegará el día en que se pueda plantar. En realidad, los jefes que están en plantilla son más dóciles que ese chaval, son ellos los que tragan estas barbaridades.
S.L.- En cierto modo, usted importó a España las crónicas judiciales, según datos extraídos de la red.
J.M.G.- Antes de que las hiciera yo tenían una forma muy oficialista. Se resumía la sentencia y ya. Yo era lector, y lo sigo siendo, de Il Corriere Della Sera, donde se hacían de una forma mucho más literaria. Le propuse al director probar, hacerlo para comprobar qué tal resultaba. Accedió, era un hombre muy abierto. Cada semana hacía una, al principio. Después el director me dijo que hiciera dos a la semana. Y, al final, las hacía cada día. Suscitó mucho interés entre los lectores. Para mí es casi una maldición: siempre se sacan a relucir mis crónicas judiciales como si no hubiera hecho nada más. Quedaron como un modelo. Consistían en ser objetivas en cuanto al hecho y subjetivas en cuanto a la mirada.
S.L.- En aquel momento haría falta, insuflar un poco de aire fresco a los lectores…
J.M.G.- Sí. Y hoy, en cambio, la crónica judicial se ha perdido. Solo se hace cuando se trata de un asunto muy, muy, muy importante. Y son obtusas. Cuando está presente el escándalo social se magnifica y se desvirtúa. Como un mundo Hollywoodesco, de gran carnaval. En aquella época, estas crónicas tenían medio folio y contaban hechos bastante cotidianos o poco escandalosos, pero encantaban a los lectores, por las cartas que recibíamos.
S.L.- Hablamos de un periodismo local, centrado sobre todo en Barcelona… Este tipo de Periodismo tiene sus ventajas…
J.M.G.- Muchas. El periodismo local es el futuro. Yo no creo que vaya a morir del todo la prensa en papel, en ese caso los periódicos de difusión nacional irán cada vez a menos, al contrario que los periódicos que se centren en el periodismo local. La única pega del diario local es que tiene que soportar demasiadas presiones de la autoridad local. Por eso ha de ser una empresa fuerte, que no se doblegue. Sin embargo, la cercanía con las fuentes de información es impagable.
S.L.- En el XIII Congreso de Periodismo Digital hemos visto el proyecto malasaña, un claro ejemplo de Periodismo híperlocal. ¿En qué va a cambiar esto del Periodismo Digital al propio Periodismo?
J.M.G.- Es un momento de desconcierto, como tantos otros ha habido. Yo sustento que el soporte será lo de menos, lo importante siempre será cómo se llena ese soporte. Notas de prensa, ruedas de prensa, oficinas, mensajes oficiales… Eso interesa poco. El medio digital se debe seguir llenando con historias. El punto más complicado es el modo de la financiación. Ahora se considera que ha de ser gratuito, algo que yo no acabo de creer. Por modesto que sea un medio digital, las personas que hay detrás tienen que vivir. Ése es el escollo. Si la publicidad no da, habrá que buscar otra forma como un pago mensual determinado.
S.L.- La gente paga por la calidad, o al menos hay gente dispuesta a ello…
J.M.G.- Bueno, ahora de momento está esa fiebre de lo gratuito, la barra libre de Internet. Pero es por ahí por donde debemos encauzarnos todos.
S.L.- Una pregunta obligada, dado que usted ha destacado, entre otras cosas, como cronista de sucesos, es cómo se deben cubrir los sucesos.
J.M.G.- El suceso tiene el problema de que la fuente es policial. Por lo tanto, lo primero es hacer confianza con una docena de policías, muchos cafés con ellos. Así es como uno llega a la versión menos oficial. A mí me ha funcionado. También con los delincuentes, yo sigo teniendo mucha amistad con muchos delincuentes. Pero el periodista siempre ha de guardar una distancia de precaución, de lo contrario pasan cosas irreparables.
S.L.- Cuenta tantas historias que alguna se tiene que guardar…
J.M.G.- Hay cosas que en su día no conté, ni lo haría ahora. Es la decencia humana.
S.L.- Su decencia humana. Muchas gracias señor Martí Gómez por su tiempo y su dedicación.
J.M.G.- Encantado.
A punto de cruzar la franja que lleva a los afortunados a los 75 años, escribe en un blog. Aunque no lo hiciera, estas personas nunca llegan a jubilarse. Han hecho mucho por el Periodismo, mucho por la democracia en España. No son pasto de olvido. Lamentable.org surgió a raíz de una de esas comidas que mantiene con amigos, esas reuniones en que despotrican sobre temas candentes. En ella, se propuso crear un blog y poder llevar esos coloquios al público. Entre ellos, el médico siempre acababa agachando la cabeza y mascullaba de irritación: “Lamentable”. Desde que existe, desde noviembre, lleva 100.000 entradas.
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