Según ACNUR, 362.000 refugiados y migrantes arriesgaron sus vidas cruzando el Mar Mediterráneo en 2016 y, más de 170.000 de ellas llegaron a Grecia. En mayo de 2018, Grecia aprobó una ley que aceleraba el proceso de solicitud de asilo, incluía restricciones de traslado para los solicitantes e incrementaba el número de deportaciones a Turquía.
«Cuando estas personas entran a Grecia no se recogen automáticamente como refugiados hasta que se revisan sus documentos» explica Mary Statigou -abogada y coordinadora nacional de World for Refugees-, «si no cuentan con la documentación necesaria es incluso más complicado que la solicitud de asilo sea satisfactoria. Este proceso es generalmente muy lento y lleva meses o incluso años durante los cuales viven en condiciones infrahumanas» añade.
De Lesbos a Atenas
Durante la Crisis Migratoria de 2015, más de un millón de personas llegaron a Lesbos y actualmente en las Islas del Egeo, Grecia cuenta con un total de 15.15o refugiados registrados. Aquellos que consiguen obtener el asilo y pasan a ser refugiados son aquellos que consiguen abandonar la isla y se dirigen a Atenas, donde continuarán su viaje a otros países Europeos o comenzarán de nuevo su vida en Grecia.
En Lesbos una de cada 10 personas es inmigrante, refugiado o solicitante de asilo. En la isla uno de sus campos de refugiados, Moria, ha sido señalado por Médicos Sin Fronteras como un lugar donde se dispone de un inodoro por cada 72 personas y una ducha por cada 84. Este ambiente con condiciones inhumanas y violencia es el que rodea a estas personas que esperan continuar su viaje durante meses o incluso años.
En Lesbos muchas ONG orientan sus actividades y ayudas a los miles de refugiados que llegan a las costas de la isla. Refugee4Refugees da clases de natación a refugiados para combatir la fobia al mar tras su trayecto hasta Lesbos en Europa, casi siempre por mar.
Samane es una refugiada afgana que vive en el campo de refugiados de Moria. Ahí espera durante horas por comer o evita los conflictos violentos que se suceden. Samane abandonó su país sola ya que su familia solo podía pagar el viaje a Europa para un miembro de la familia. Con lágrimas en los ojos habla de sus hermanas y amigas aún en su país de origen.
Escapando de las situaciones insalubres de Moria, algunos refugiados buscan alternativas. Y se ven obligados a ducharse y lavar su ropa en las duchas de la costa de la isla.
En un rincón del cementerio de Mitilini (capital de Lesbos) se encuentran las tumbas de los refugiados que no llegaron con vida a tierra firme. Un lugar con tumbas rotas y sin cuidar donde sus lápidas rezan «anónimo nº21».
Aquellos que consiguen abandonar la isla lo hacen a través de un ferry. Abandonan la isla con todas las pertenencias que trajeron al huir. Mientras el barco se aleja, algunos pasajeros gritan: «Adiós Lesbos. Adiós Moria».
En Atenas, algunos refugiados, como Javad, se ven obligados a vivir en Squats, edificios okupa. Javad abandonó Irán, su país natal al ser perseguido por su lucha en favor de los derechos de la mujer. Huyó a Siria donde vivió con su familia durante años. Al estallar la guerra civil, perdió a su mujer y emprendió su viaje a Grecia con sus dos hijos.
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