Hollywood, Dolby Theatre, 85 ceremonia de entrega de los Óscar. Pesada y larga como ella sola, pero llena de glamour, estrellas de Hollywood y pequeños hombres de oro. Y, frente a la pantalla, grupos de valientes que se quedan despiertos hasta las seis y cuarto de la mañana para ver la gala de los premios más importantes del mundo del cine, como sucedió en la Universidad San Jorge.
Entre mantas y butacas vimos cómo Seth MacFarlane (creador de series como Padre de Familia, American Dad o The Cleveland Show) presentaba una ceremonia que se caracterizó por un espíritu cómico que mucho creían desaparecido y un fantástico homenaje a los musicales. El Capitán Kirk de la USS Enterprise, nada más y nada menos, nos traía momentos tan impagables como el corrosivo número musical en el que el presentador aludía a aquellas actrices que han mostrado sus encantos en la gran pantalla o el magnífico baile de Channing Tatum y Charlize Theron.
Pero todo acaba y tras el monólogo inicial hubo pocos momentos cómicos. Llegaba la hora del espectáculo, del homenaje a James Bond con Shirley Bassey y su gran interpretación de la canción ‘Goldfinger’; del recuerdo a los grandes musicales, desde el pequeño guiño a ‘Sonrisas y lágrimas’ hasta las actuaciones de Catherine Zeta-Jones y Jennifer Hudson por ‘Chicago’ y ‘Dreamgirls’. Y, por fin, uno de los platos fuertes con el entero reparto de ‘Los Miserables’ cantando una de las mejores canciones de la película: ‘One Day More’. Incluso volvimos a ver a la gran Barbra Streisand cantando ‘The Way We Were’. Pero sin duda, la sorpresa de la noche vino dada por Michelle Obama, quien apareció en pantalla para entregar el premio a la mejor película.
Lo que es seguro de este tipo de ceremonias es que nunca satisfacen a todos por igual. Unos acusan a MacFarlane de tener poco gusto para los chistes y las canciones; otros comentan que fue una gala demasiado musical; otros echan de menos a Billy Cristal y su humor de los noventa. Y, finalmente, están aquellos que tachan la gala de excesivamente larga; y lo es, no se puede negar, pero si no lo fuera, probablemente no estaríamos viendo los Óscar.
Este año, los miembros de la Academia han apostado por romper con su habitual costumbre de conceder la mayoría de premios a una película favorita. En esta ocasión, casi todos se han llevado un pedazo del pastel, algunos más grande que otros: mientras Argo se llevaba los galardones a mejor película, guión adaptado y montaje, ‘La vida de Pi’ ganaba cuatro Óscar, entre ellos el de mejor director para Ang Lee; ‘Django Desencadenado’ era premiada al mejor guión original y actor de reparto a Christoph Waltz, mientras ‘Los Miserables’ se conformaba con el tan esperado premio a Anne Hathaway, además de otros dos galardones; Daniel Day Lewis lograba su tercera estatuilla por su transformación en Lincoln y Jennifer Lawrence nos hacía reír a todos al caerse cuando iba a recoger su Óscar a mejor actriz por ‘El lado bueno de las cosas’.
Unos premios bastante repartidos, pero no por ello menos previsibles; como siempre, la Academia seguía apostando por lo tradicional, dejando casi de lado películas tan aclamadas como ‘The Master’ de Paul Thomas Anderson o ‘Moonrise Kingdom’, que apenas tenían nominaciones. Aun así, muchos agradecieron el esperado reconocimiento a Michael Haneke por su última película, ‘Amour’, premiada por mejor director y película extranjera, y una de las pocas muestras de que la Academia se interesa por el cine europeo no sólo por la categoría de Mejor Película Extranjera.
Como siempre, incluso las elecciones de la Academia de Cine más conocida del mundo son cuestionables y muy criticadas por muchos; sin embargo, esta ceremonia de entrega reúne cada año a alrededor de mil millones de personas en todo el mundo frente al televisor y no es de extrañar: ¿a quién no le gustaría verse en el escenario recibiendo una estatuilla dorada? Algunos, aunque sólo sea por si acaso, seguiremos ensayando el discurso de agradecimiento delante del espejo.
Informa: Paola Casetta
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