Entrevistas ETA

Lucía Ruiz: «Seguro que tu hija juega al GTA, pero no puedo decirle que ETA me puso un coche bomba»

Lucía Ruiz dormía en la casa cuartel de la avenida Cataluña de Zaragoza la madrugada del 11 de diciembre de 1987 cuando tres integrantes del Comando Argala colocaron un coche bomba bajo su ventana. Décadas después, reflexiona sobre la memoria de las víctimas, la representación en el cine y en las aulas y su compromiso con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).

Pregunta: ¿Cómo era la Lucía de antes del 11 de diciembre del 87?

Respuesta: Una niña normal y corriente, esperando que llegara su cumpleaños. Esperaba las Navidades, que en el cuartel eran muy divertidas. Solo se preocupaba de jugar, de los deberes, de bajar al patio… Muy orgullosa de que su padre fuera guardia civil, de que lo podía decir en cualquier lado.

P: Dos días después, el 13 de diciembre, cumplías 11 años, ¿cómo fue ese cumpleaños?

R: Muy raro y muy difícil. En un hotel, sin nada. Luego estuve muchos años sin celebrarlo, no me gustaba. También tengo buenos recuerdos de ese día. Los cocineros me hicieron una tarta para que no estuviera triste. Pero cuando lo piensas, es algo que pasa por delante de ti sin darte cuenta. Lo recuerdas como que estás ahí porque estás ahí, pero no porque tú seas consciente.

P: ¿Cuál es la primera imagen que recuerdas de esa noche, cuando despertaste tras la explosión?

R: Mi padre entrando en mi habitación con el pantalón del uniforme sin abrochar, la guerrera desabrochada, medio puesta, y las botas también desabrochadas. Venía a mi habitación a ver si estábamos bien. Esa foto. Parece que la veo.

P: ¿Cómo fue la Lucía de después del 11 de diciembre del 87?

R: Rebelde, muy rebelde, con ganas de discutir con todo el mundo.

«Era como si estuvieras recogiendo tus cosas de la basura”

P: Días después volvisteis a recoger vuestras cosas de entre los escombros de la casa cuartel. ¿Qué recuerdas de ese momento?

R: Ese día intentamos recoger del suelo cualquier cosa que te recordara que tú habías vivido allí. Me llevé un diccionario de sinónimos y antónimos, la llave, el cartelico de la puerta… Era como si estuvieras recogiendo tus cosas de la basura. No se lo deseo a nadie.

P: Aseguras que estabas muy orgullosa de que tu padre fuera guardia civil. ¿Suponía entonces un problema expresar ese orgullo?

R: En Zaragoza ese problema no era muy grande. Pero lo que noté después es que, aunque ya no vivías en un cuartel, a la gente le costaba venir a tu casa. Recuerdo celebrar algo y que mis amigas intentaran quedar en un bar, en una cafetería o en la calle. Subir a casa les costaba un poco.

P: ¿Crees que por miedo?

R: Sí. Aunque no fue un atentado dirigido a alguien, notabas miedo entre la gente. A mi primo hermano, que vivía enfrente y esa temporada había estado viviendo con nosotros -aunque esa noche no estaba-, le costaba venir a mi casa. Ya no es que le costara a la gente de fuera, es que les costaba a los tuyos.

P: ¿Cómo has llevado las secuelas, principalmente, las psicológicas?

R: Yo creo que el tic más adquirido que tengo es que seré siempre una mala ahorradora. Como no sé lo que me va a pasar mañana, me compro un vestido hoy y, si puedo, salgo con él puesto de la tienda. Vivir el momento. Otra manía es que, en los bares, tengo que ver la puerta de salida en algún lado. Tampoco me gustan los centros comerciales en Navidades cuando hay mucha gente, porque no tengo controlado el espacio. Pero psicológicas… yo creo que no tengo nada porque en mi casa se ha hablado mucho desde el principio. Creo que eso ayudó mucho. Y físicas, me quedó asma por el humo.

P: ¿Has tratado el tema con normalidad con tus hijos?

R: Totalmente. Se lo he contado desde el principio. A Albertico, mi hijo mayor que tiene 21, lo he llevado desde el principio a poner flores al cuartel. Y a la pequeña igual. De hecho, doy charlas y la primera que di como delegada [de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Aragón (AVT)] fue en la clase de mi hijo. Los dos lo han integrado bien. Además, eran pequeños cuando yo empecé a trabajar como delegada, por lo que lo han visto como algo normal.

P: ¿Cuál fue el clic que hizo que te involucraras tanto en la AVT?

R: Un miércoles recibí una llamada del Consejero de la Asociación. Me dijo que había pensado en mí para ser la delegada en Aragón. Yo pensé “a santo de qué”, pero acepté. Le dije que sí y ese viernes estaba en el Ayuntamiento tratando por primera vez con políticos. Y hasta ahora en la Junta Directiva. Esto sí que ha sido algo muy bonito, porque ha sido un reconocimiento al trabajo de estos siete años.

P: ¿Compensa el trabajo con las víctimas?

R: Un sí rotundo. Esto es lo que más me gusta de mi trabajo. Puedo ir a mil sitios, estar con mil políticos, pero el día que yo no quiera estar o no me emocione con las víctimas, ese día sé que me tengo que ir a mi casa porque ya me he insensibilizado.

P: Pasando al bloque de actualidad, ¿cómo crees que se trata el tema en los colegios?

R: Queda muchísimo trabajo por hacer. Lo primero sería tratarlo. El año pasado di unas charlas en un colegio y fue muy curioso. Un padre de una alumna de 3º de la ESO llamó diciendo que por qué le habíamos contado eso a su hija [la entrevistada se refiere a los atentados que la banda terrorista ETA perpetró en España]. Hablé con él y le dije: “Si se lo contaras tú, no tendría que venir a contárselo yo. Seguro que tu hija juega al Grand Theft Auto, pero yo no puedo decirle que a mí ETA me puso un coche bomba”. No le hice entrar en razón, pero tengo la esperanza de haberle removido algo a su hija.

“Ese cine les haría ver que eran unos cobardes”

P: ¿Qué opinas de la visión que se les da a las recientes producciones cinematográficas como La infiltrada, Patria, Maixabel …?

R: La infiltrada me gustó muchísimo. Mi marido criticó mucho el hecho de que ella termine acostándose con un etarra. A mí me parece que puede llegar a pasar. Al final, creo que te sales tanto de tu vida para pertenecer a otra vida que es inevitable que te pasen ese tipo de cosas. No lo justifico ni mucho menos, pero me parece que no es de enjuiciar. Echo de menos que se hagan películas que muestren la vida de las víctimas después. En lugar de enfocarse en el atentado, ¿por qué no miran a esas viudas que no tenían dónde caerse muertas?

P: ¿Crees que se intenta blanquear la historia?

R: Yo creo que más que blanquear es pasar por encima de una situación que a nadie le va a gustar leer, ni ver. Vamos a quedarnos en lo guay, vamos a decir: «pobrecitas, qué mal lo pasaron». Ahora la gente se permite ser empática contigo, porque ya no pasa nada. Entonces, cuando la gente dice “Patria es muy duro”. ¡No!, era más duro de lo que se cuenta, pero nadie pagaría para verlo. Ese cine les haría ver que eran unos cobardes.

P: Desde la AVT han colaborado con la producción de dos documentales, ¿cómo han encontrado el punto medio entre lo comercial y su punto de vista como víctimas?

R: Han estado muy cuidados. El proceso es muy largo porque tú lo que quieres es que prevalezca tu relato, pero ha sido muy complicado. Además, la prensa de la época no tenía la precaución que tienen ahora con las imágenes. Nosotros tenemos una campaña que se llama “Stop Imágenes Explícitas”. Las imágenes que había de periódicos antiguos eran siempre muy explícitas. Entonces, ibas intentando poner cosas en el medio para que no se vieran. Tuvieron muchísimo respeto.

P: Retomando el tema del que trata Maixabel, ¿te sentarías con alguno de los componentes del comando Argala?

R: No, nunca jamás. Respeto que cada uno haga lo que quiera, pero no me entra en la cabeza. No he visto Maixabel, me niego a verla porque no iba a estar de acuerdo, pero sí he visto el documental de Josu Ternera. Cuando habla de nuestro atentado dice: «Los guardias sabían a lo que se exponían si llevaban a sus familiares a vivir a una casa cuartel”. Chaval, el que pusiste la bomba eres tú. El terrorista y el asesino eres tú, no yo, ni mi padre por vivir en un cuartel. Una profesora de mi hija se empeñaba en que yo iba a vivir más feliz si perdonaba a los que pusieron la bomba. Yo le decía que no. Ni perdono ni olvido.

P: En la actualidad, cuando se ven imágenes en televisión en las que cierta parte de la población vasca pide el acercamiento de los presos de ETA a cárceles del País Vasco, ¿qué piensas?

R: A mí me parece mal. La dispersión de presos se hizo en su momento para evitar que tuvieran contacto con el entorno abertzale y con el entorno del País Vasco. Creo que era una medida muy acertada. No es cierto que sea condición que el reo tenga que cumplir la pena cerca de su domicilio. Considero que ha sido una de las peores cosas, sobre todo cuando las víctimas no nos hemos enterado. Me parece que eso implica una revictimización horrible por la que no deberíamos pasar.

P: ¿Cómo crees que hubiera sido tu vida si hubieras vivido aquel atentado?

R: Más aburrida seguro. Supongo que hubiéramos seguido en el cuartel hasta que mi padre se hubiera jubilado. Probablemente, yo habría sido guardia civil, pero no pude serlo por la lesión en los pulmones que me impedía pasar las pruebas físicas. Mi vida sería distinta simplemente, ni mejor ni peor, diferente.

Acerca del autor

Alejandro Canto López

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