Daniel no se llama Daniel. Es un hombre que lo tuvo todo: una profesión, una esposa, una familia acomodada y un futuro prometedor. Pero una serie de episodios cambiaron su vida. Hoy es un pastor de un pueblo del norte de Aragón, donde decidió cambiar de rumbo. Esta es la historia de una persona que, aunque prefiere no identificarse con su nombre real, nos ha abierto las puertas de su pasado y su presente.
Lorena Aparicio Nieto
Una mañana más entre las calles empedradas y húmedas de un pequeño pueblo de la provincia aragonesa de Huesca. Vamos en busca de aquel hombre corpulento que acompaña a decenas de vacas cada día, hasta los campos del valle. Al llegar a su casa, construida por él mismo, Daniel, licenciado en Administración de Empresas que hoy ejerce de pastor, espera sentado en un banco de madera artesanal. Su rudo aspecto impone, pero la primera impresión de dureza se desvance tras una amistosa sonrisa. «¿Por qué te interesa mi vida?», pregunta. Le parece extraño que una periodista joven se interese por la historia de un profesional que dejó atrás todos sus proyectos para vivir pastando con las vacas.
¿Por qué piensa que no me iba a interesar por alguien como usted?
Vivo en un pueblo que no llega a los mil habitantes y no soy alguien importante. Soy un simple pastor.
Le digo que detrás de cada persona hay una buena historia y, en muchas ocasiones, debería ser escrita por lo maravillosa que puede ser. Empezamos a andar junto a las vacas, que empiezan a subir al monte. Nos disponemos a ascender diez kilómetros entre el barro y la lluvia.
UNA INFANCIA TRANQUILA Y ACOMODADA. Nací en Bilbao hace 55 años. Yo era el más pequeño de tres hermanos. El mayor me sacaba nueve años y la mediana, con la que más relación y tiempo pasaba, tiene tres más que yo. Nunca me faltó de nada. Recuerdo que fui de los primeros niños con televisión , con patinete… Mi madre no quería ni oír hablar de este juguete, porque pasé por el hospital tres veces y una de ellas me pusieron puntos. (Se detiene para enseñarme la cicatriz en ellado izquierdo de sufrente, mientras esboza una sonrisa).
LAS DROGAS. Lo que me hizo madurar fue un acto de mi hermano mayor (suspira). Entre los 70-80, España tuvo que convivir y luchar contra las drogas. Fue algo asqueroso. Recuerdo cómo mi madre lloraba noche tras noche, porque mi hermano mayor no aparecía. Y cuando llegaba a casa, estaba totalmente drogado. No quiero recordar a mi hermano así. Pero no me gustaría que los jóvenes cayeranen esa trampa mortal, que es el mundo de las drogas. No solo es mala la cocaína. Pienso que el alcohol es peor. Mi hermano, falleció con 27 años. Del día de su muerte solo recuerdo a mi madre llorar, sujetada por mi padre . Mi padre no lloró, pero las ojeras de su cara lo decían todo. Habían perdido muchísimo dinero en intentar rehabilitarlo, una y otra vez, pero la «serpiente» le mordía.
TRADICIÓN. Mi familia dependía del sueldo de mi padre, que era abultado porque era dueño de una fábrica donde se eleboraban piezas de barcos. La heredóde mi abuelo. La idea era que mis hermanos y yo continuáramos esa tradición fabril.
VIDA ESTUDIANTIL. De crío estudiaba lo justo. Conforme fui creciendo, me apliqué más. Me aislaba en mi cuarto, porque quería evadir los problemas de mi hermano. De esos años solo me arrepiento de no estar más con mi hermana. Ambos sabíamos que mi hermano iba a acabar mal, y que nos teníamos que apoyar entre nosotros. Marina y yo estudiábamos para poder obtener una beca y estudiar ambos empresariales. Así podríamos ayudar a mi padre con la fábrica. Pero en el último momento, decidí ir a la mili antes de tiempo. Fue en esa época que conocí el valle de Hecho, y me enamoré. Tenía familia aquí cerca, en Berdún y algunos veranos veníamos a visitarlos .
«Mi hermano, falleció con 27 años. Del día de su muerte solo recuerdo a mi madre llorar, sujetada por mi padre . Mi padre no lloró, pero las ojeras de su cara lo decían todo».
ETA. Cuando volví de la mili, mis padres estaban mejor. Me dolió irme tan repentinamente y, justo después de la muerte de mi hermano. Pero necesitaba cambiar de aires. Llegué y me impactó como ETA le había comido la cabeza a muchos de mis antiguos amigos. Por eso, me fui a Madrid con mi hermana a comenzar mis estudios. Y allí empezó mi vida (se ríe). Allí conocí a mi primera mujer. Ambos acabamos la misma carrera.
MI PRIMERA MUJER. Sara, en realidad, estudió Empresariales porque le obligaron sus padres. Pero ella enseguida se buscó la vida para dedicarse al baile. Era lo que realmente le gustaba. Su padre me acogió de becario en su pequeña empresa de muebles, en Madrid . Nos casamos a los 25, después de dos años juntos. Los dos procedíamos de familias tradicionales,así que fue normal formar una familia tan pronto. El «problema», por así decirlo, es que a Sara le contrataron en una compañía de baile que viaja por el mundo. Al principio, era cada varios meses, fue aumentando a cada mes, hasta que llegó el punto que apenas nos veíamos. No queríamos acabar la relación de ninguna manera. Y decidí irme con ella. «A viajar se ha dicho», gritó en medio del camino.
MIS VIAJES. Con la excusa de acompañarla por todo el mundo, decidí abrir una empresa de viajes. En los lugares que estaba, buscaba los mejores hoteles, restaurantes, transportes, para poder hacer negocios una vez en España. Tenía mucho tiempo mientras la compañía bailaba.
VIAJAR ME APASIONABA. Pero también echaba de menos ver a mis padres. Ellos entendían que era mi futuro y no me iba nada mal. Muchas veces le comentaba a Sara que me gustaría volver a Madrid, y formar una familia. Ella pensaba lo mismo. Pero yo era consciente que la vida de los bailarines no duraba mucho y que ella tenía que aprovechar. Mientras, yo aprendía de memoria las ciudades más importantes del mundo.
«Me impactó como ETA le había comido la cabeza a muchos de mis antiguos amigos».
ME ENAMORÉ DE CHINA. En China pasaron muchas cosas. Para empezar, estuve como cuatro meses allí. Me empapé de su cultura y casi de su religión. Allí me dieron una de las mayores sorpresas de mi vida. Iba a ser padre. Cuando Sara me lo dijo, solo llevábamos un mes allí y aguantamos hasta que ella ya no pudo seguir bailando al mismo nivel.
DE VUELTA A ESPAÑA. Fue muy esperada por nuestros familiares, a los que ya habíamos dado la noticia. Todo volvió a la normalidad, trabajaba en la empresa de viajes y Sara descansaba. Hasta que un día, me llamaron del hospital. Me temía lo peor. Y sí, habíamos perdido al bebé.
DOS AÑOS DE CAMBIOS. La pérdida fue muy difícil, sobre todo para ella. Invertimos mucho dinero en psicólogos, pero Sara no se recuperaba de la depresión causada por la muerte del bebé. El segundo año, todo fue mejorando, o eso parecía. Yo veía a mi mujer con ánimo, y pensaba que estaba recuperada. Y lo que realmente le ocurría es que se había enamorado de otro. Yo no me enteré hasta que ella me lo confesó. Lo pasé mal. Muy mal. Yo dejé Madrid y me fui a vivir con mis padres. En Bilbao de nuevo, ayudé a mi padre con la fábrica mientras me intentaba olvidar de mi ex-mujer.
TOQUÉ FONDO. Con casi 30 años me notaba como si tuviera 80. Desanimado, cansado, no salía con mis viejos amigos… Y un día exploté y recordé dónde había pasado mis dos años de mili y la paz que encontré entre la naturaleza. No lo pensé mucho y volví a donde había pasado unos bonitos años con mis tíos. Allí me acogieron hasta que me hice una casa cerca de ese pueblo, mientras trabajaba en un bar. Poco a poco, conocí a la gente, sus costumbres, su forma de vida, mucho más pausada y pensada, incluso su lengua (la fabla). Es increíble cómo me llegué a impregnar de su forma de vida. Ahora mismo, no me veo con otra. Ayudó que yo conociera a la mujer que me daría un hijo. El deporte también me hizo olvidar. Estaba todos los días, monte arriba, monte abajo.
DE EMPRESARIO A PASTOR. Sinceramente, no me había dado cuenta de lo mucho que nos hace falta pasar tiempo entre animales y naturaleza. Ya sea en el mar o en las montañas. Yo lo comprendí enseguida. Y como casi todos mis amigos tenían ovejas o vacas, decidí aprender de ellos y, más tarde, dedicarme por completo. Y es lo mejor que hecho en la vida. Venir aquí. Necesitaba ser libre, respirar aire puro y conocerme a mí mismo.
MI HIJO. Ahora ya tiene 19 años y siempre le digo que debe tomarse la vida con calma. Y va por los mismos pasos que yo: ser pastor. No veo mal que no trabaje en una oficina, encerrado. Estudiará, por supuesto, pero algo relacionado con el medio ambiente.
SOY MUY FELIZ. Mi actual esposa me hizo olvidar todo mi pasado, con ella he aprendido muchísimo. Con poco, ella hace de todo. Y no nos va mal.
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