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Malta: más allá de la Valeta (2/3)

La zona centro-Oeste: Mosta, Mdina y Dingli

Quizá sea esta zona una de las que tengan mayor contraste en Malta. El archipiélago en sí es muy parecido, pero a su vez ofrece unos puntos diferentes y curiosos. Pasar del bullicio de La Valeta al silencio de Mdina, del trasiego de personas en las playas de Paceville a la impresionante vista de los acantilados de Dingli. La comparación de términos, al menos en este caso, hace que ninguno de los lugares salga perjudicado. Todo lo contrario, la diferencia hace que ambos salgan ganando.

De nuevo, el punto de origen podría ser la terminal de autobuses de La Valeta, en la Plaza del Triton. Tanto la conducción maltesa como el estado de algunas carreteras hacen de esta opción la mejor alternativa. Por supuesto, el corsé que supone la utilización del autobús nos limitará comparándolo con la libertad que nos ofrecen el coche o incluso la moto.

 

La Gruta Azul (Blue Grotto) se sitúa entre los distritos de Il-Qrendi e Il-Zurrieq, al sur de la propia ciudad de Zurrieq. Un rincón aparentemente alejado de todo, en el último recodo de una larga carretera, pero que recibe una alta concurrencia de turistas. La mejor forma (y la más típica) de observar este monumento natural es hacerlo mediante un viaje en barca. Llegados a los pies de la Gruta Azul, el motor de la barca se apagará y será el sonido de las olas el que domine el ambiente.

La ensenada de Wied Iz-Zurrieq, además de ser el origen de los viajes en barca a la Gruta Azul, permite que los turistas se den un baño entre los amarres de las embarcaciones de esta pequeña cala. Si disponemos de un simple conjunto de buceo, ampliaremos nuestras posibilidades de disfrutar de este pequeño lugar.

Buscar una sombra puede ser una tarea titánica en Wied Iz-Zurrieq, pero si nos alejamos de la cala, encontraremos un pequeño mirador con árboles. Si nos sentamos bajo ese pequeño oasis podremos contemplar la inmensidad y la tranquilidad. Las aguas del Mediterráneo se extienden a lo largo de unos 360 kilómetros en línea recta hasta las costas africanas de Túnez y Libia.

Cerca de la Gruta Azul, los yacimientos arqueológicos de Hagar Qim y los Templos de Mnajdra vuelven a ser dos muestras de ese patrimonio maltés que no podemos dejar en el tintero de nuestro viaje.

Hacia el oeste de Zurrieq, se encuentran Dingli y sus acantilados. Otra maravilla natural que debemos apuntar. Si hay suerte, el centro de interpretación de los acantilados estará abierto y de esta forma no se escapará detalle alguno.

Ya tomando dirección hacia el interior de Malta, Rabat, suburbio de Mdina, nos recibirá con la iglesia de San Pablo. Si acertamos con el calendario, el revestimiento rojo y las bombillas de colores marcarán los bordes del edificio en señal de celebración de las fiestas locales. Detalle curioso el de las bombillas que permanecen fijadas durante todo el año a los monumentos y que pueden dañar su imagen, al menos, a plena luz del día.

A pocos metros de Rabat, nos encontramos con su origen: Mdina. La que fuera capital de Malta fue fortificada y su tamaño se tuvo que ver reducido. De esta forma, Rabat creció como un arrabal.

La historia de Mdina se encuentra ligada a la construcción y destrucción. Tanto es así, que tras el grave terremoto que sufrió la isla en 1693, Mdina y gran parte de sus edificios necesitaron de una profunda reconstrucción. La belleza de la pequeña ciudad fortificada no reside tanto en la espectacularidad de sus construcciones (que también está presente) o en el trasiego de personas, sino que se encuentra en el silencio y la tranquilidad que infunden sus calles. Canales abiertos en la roca con cincel, tortuosos, estrechos, pero agradables al visitante. La Catedral de San Pablo, quién (según la Biblia) naufragó en la isla, es el edificio que más destaca dentro de las murallas. Por otro lado, sus grandes caserones dan pistas sobre el noble pasado de Mdina. Mención a parte para la vista desde sus murallas, con la luz de un día despejado podremos divisar La Valeta y la zona portuaria.

Si en determinado momento, el estómago reclama su espacio de atención, qué mejor que contentarle con la gastronomía maltesa. Encontrar un plato en el que se combine lo más preciado de la isla es todo un gusto: olivas, alcaparras, embutidos, tomates secados, queso gbejniet, pastizzis. Y todo ello regado por una buena cerveza o vino. Si todavía queda apetito, o si así se prefiere, el conejo guisado al estilo maltés es el plato recomendado por los restauradores locales. Como colofón se puede poner el turrón maltés, una especialidad un tanto diferente.

Cerrando la ruta por el centro-oeste de Malta, la cúpula de Mosta nos impresionará tanto desde fuera como desde dentro. Por supuesto, estos son solo algunos de los puntos más interesantes de esta zona. La arboleda de Buskket o la localidad de Qormi se merecen tanto o más que lo visto hasta ahora, pero algunas veces es mejor contentarse con la parte que intentar abarcar el todo.

Zona Sur: la vida en el puerto

Continuando con la división por zonas de la isla de Malta, nos encontramos con el último pedazo de tierra: el sur. En éste, las localidades de Masaxlokk (con su ensenada, aguas cristalinas y el fuerte de San Lucian) o Marsaskala (con los cercanos yacimientos de Tarxien y del Hipogeo) nos impedirán que pasemos por alto un rincón del país lleno de vida y actividad.

De nuevo La Valeta puede ser el punto de inicio para dirigirse a otras partes de la isla. Y más si todavía no hemos pasado por la ‘otra’ parte de la zona portuaria en la que se localizan las ciudades de Vittoriosa, Cospicua, Senglea o Kalkara.

Para aquellos que no hayan crecido todavía (o no quieran hacerlo), el sur les traerá un pequeño detalle. El pequeño parque temático y la planta de producción de Playmobil en Malta se constituyen en un añadido más a la lista de lugares a los que ir.

Y la semana que viene…Gozo y Comino

Informa: Jorge Zorraquín

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