Entrevistas

Curro Fernández, curado por el agua de Lourdes: “Mi padre me recuerda que la Virgen me salvó la vida”

Curro, en su última visita a Lourdes, con su novia Mayte

La patrona de los enfermos, la Virgen de Lourdes, se caracteriza por sus curaciones milagrosas. Más de siete mil desde el año 1858. El caso de Curro es uno más de ellos. Cuando tenía dos años le curó una leucemia que ponía fecha de caducidad a su vida.

Por Miguel G. Pobes

¿Dónde naciste y donde has estado viviendo?

Nací en Alemania, en Offenburg. Está a los pies de la selva negra, casi en la frontera con Francia. Pertenece al estado federado de “Baden-Wurtemberg”. También he estado viviendo en Friburgo, en Aquisgrán y en Ravensburg, lugares del sur de Alemania. Vinimos a España cuando tenía cinco o seis años. Primero estuvimos en Miramar, Alicante. Después en Tarragona durante un año. Llegamos a La Muela y finalmente a Zaragoza ciudad.

¿En qué momento te detectaron el cáncer?

Tuvo lugar hace 18 años. Acababa de cumplir dos años. Estábamos en el sur de Alemania. Llevaba sufriendo dolores en la pierna izquierda tres o cuatro meses. Todo el día me quejaba y lloraba. Íbamos a médicos y decían que tenía varicela, el inicio de alguna enfermedad, dolor de estómago o que comía muy poco. Un médico dijo que eso no podía ser, que me hicieran análisis de sangre. Entonces vieron que tenía leucemia.

¿Qué es la leucemia?

Es un cáncer de sangre. Hay más glóbulos blancos que rojos. Como habíamos tardado bastante en detectarlo, estaba muy avanzado.

¿Qué sucedió a partir de entonces?

Me metieron directamente en una ambulancia para ir al hospital. Tenían que darme cuanto antes la quimioterapia. Tengo en la memoria cómo era calvo, me acuerdo de todo.

¿A pesar de tener dos años?

Sí. Recuerdo perfectamente el hospital o cuando andaba con el catéter. Es un aparato que te entra por el cuello y sale por el pecho, aun tengo la cicatriz. Tenía un gotero y una barra que lo sostenía. Cada vez que quería andar o ir al baño tenía que ir enganchado al aparato. Mi madre se preocupaba porque, si me tropezaba, como estaba metido por dentro del cuerpo, me desgarraría todo desde el cuello.

¿Y qué anécdotas recuerdas?

Son detalles. Por ejemplo, me impresionó ver una habitación llena de estanterías hasta el techo con juegos de mesa. También me llamó la atención un día de lluvia en la que todo el mundo se metió en una sala a jugar al billar.

¿Y alguna que te marcase especialmente?

Hubo una enfermera que me preguntó si quería unos ‘playmobil’. Yo le dije que claro que sí. Se fue a buscarlos pero nunca me los trajo. Además me prometió un caballo con un soldado, que me encantaba. Aun tengo la sensación de rabia.

¿Es cierto que en ese momento ya hubo un pequeño milagro?

Sí. En una revisión me tenían que poner la anestesia completa para hacerme una endoscopia. La enfermera me puso una dosis duplicada o triplicada. Yo era un niño pequeño. La cantidad de anestesia era brutal. La enfermera, al  darse cuenta de lo que había pasado, subió corriendo a donde estaban mis padres con el médico gritando que creía que me había matado. Allí hubo otro milagro. Si eso sucede, te quedas en un sueño profundo, vives pero ya no despiertas, o te mueres. Yo desperté como si nada hubiera pasado. Es increíble que no me hubiese quedado ahí durmiendo toda la vida.

¿Cómo te lo explicas?

No lo sé. Es normal encontrar a alguien que cuenta la típica historia de “yo de pequeño me caí de la cama, me di con la cabeza en la esquina del radiador y algo pasó porque no tuve ninguna secuela. La gente me dice que pudo ser el ángel de la guarda”. Esto le pasa a mucha gente y yo tuve esa suerte. Dios está ahí y siempre nos echa una manita.

¿Eras consciente de lo que estabas sufriendo?

Que va. No recuerdo que me doliese. Y eso que cuando me dieron la quimioterapia yo estaba muy mal.

¿Cómo te encontrabas después de la quimioterapia?

Los médicos tenían sus pronósticos, que eran malísimos. Me hicieron unos análisis y vieron que tenía en el costado izquierdo metástasis, lo que significaba que el cáncer ya se me había desarrollado en los huesos. Le dijeron a mi padre que estaba muy mal. Tenía el tiempo contado.

¿Era terminal?

No sé si técnicamente era terminal, pero no mejoraba ni iba a mejorar. Durante el tiempo que estuve en el hospital murieron todos los que tenía alrededor.

¿Qué hizo tu familia entonces?

Mi padre contrató un camión con cisternas de agua de Lourdes para que las trajeran al hospital.

¿Qué hicisteis con ellas?

Me ponían este agua en la bañera del hospital para que me bañase. Me estuve bañando tres o cuatro semanas. Si no me bañaba la bebía. Todos los días hacía una de las dos cosas.

¿Y después qué sucedió?

Me hicieron una radiografía en la que se veía que la mancha de la metástasis había desaparecido. Los médicos no sabían qué había pasado. Me habían hecho varias radiografías de la metástasis y estaba evolucionando a mal. Desapareció totalmente.

¿Estabas curado?

Sí. No había mancha de metástasis. Los médicos dijeron que era imposible. Mi padre, que estaba en el pasillo, vio que empezaban a entrar médicos. Empezaron siendo dos y acabaron ocho. Comparaban las radiografías preguntándose donde se había metido la mancha, por qué había desaparecido. Salieron y dijeron que no sabían por qué, pero estaba curado.

¿La recuperación cómo fue?

Todo fue a mejor. Se me equilibraron los niveles de glóbulos blancos y rojos. En un mes ya estaba en mi casa. Me dieron el alta y los médicos dijeron que era un caso único.

¿No encontraron ninguna explicación científica?

No. Además fue en Alemania, que es un país protestante y no creen en la Virgen. En España puede haber un hospital católico e igual hubiesen reconocido el milagro, pero ahí no te lo iban a decir. Tampoco hubo tampoco ninguna consecuencia de médicos que se convirtiesen al momento. No se lo explican y ya está.

¿Cómo te despidieron?

No me acuerdo muy bien, han pasado muchos años. Sé que me hicieron un cuadernillo con dedicatorias, pero nada especial respectivo a mi curación.

¿Has sufrido alguna recaída?

Nunca. Hasta los 18 tenía una revisión anual en el hospital. Me hacían análisis de sangre, me controlaban el peso… miraban que todo fuese bien porque luego puedes reincidir, pero yo no he tenido ningún tipo de problema. Salí del hospital perfectamente recuperado y dejando a ocho médicos preguntándose qué había pasado.

¿Cómo vivió tu familia la enfermedad?

Tengo el recuerdo de la primera vez que me metieron en la ambulancia. Mi madre estaba llorando. Como estaba sentada, me cogió de la mano. Yo soy el mayor de tres, y que el primer hijo que te salga con leucemia y que se te vaya a morir, destroza a los padres. Pasa con cualquier hijo, pero el mayor es significativo. Especialmente para las madres, porque las madres son así.

¿Y todo lo fue después?

Llevamos una vida con muchísima fe. No ha habido ningún año que no hayamos ido a Lourdes desde entonces. Lourdes para mí es como una segunda casa. Es pequeñito y lo conozco perfectamente.

¿Cuándo aprovechas para ir?

Hace un mes, mi familia y yo fuimos y volvimos en el día. Está aquí al lado. En total habré estado 40 o 45 veces. Incluso 50. Si voy a algún campamento o convivencia por ahí cerca también aprovecho para ir. Es un sitio de paz.

¿Cómo afectó a tu fe y a la de tu familia?

Mis padres siempre me han dicho que es un milagro tremendo. No hay ninguna duda. Mi padre me lo recuerda muy frecuentemente. Me dice “Curro, acuérdate de que estás aquí porque la Virgen te salvó la vida. No sé si frecuentemente le das gracias a la Virgen y a Dios, pero debes hacerlo. No todos tienen la suerte que has tenido tú. La mayoría de gente que tiene leucemia muere”.

¿En tu día a día te das cuenta de lo afortunado que eres?

Siempre. No es que simplemente me salvase y ahora soy un chico más. Tengo una muy buena educación católica. Muchos amigos que tienen la misma formación que yo están algo perdidos. Me siento orgulloso de ser de los únicos que viven de acuerdo con esa educación. También tengo novia y vivo bien el noviazgo.

¿Cómo es Curro a día de hoy?

Un chico más. He pasado por muchas ciudades y muchos colegios. También he vivido una experiencia que casi nadie puede contar. Pero tengo los mismos problemas que cualquiera. He sido muy indeciso a la hora de encontrar un futuro profesional que me llenase. He estado inscrito en varias carreras diferentes proyectos. He estado trabajando en diferentes empleos. Desde el ‘Pans & Company’ hasta en unas bodegas de vino. Soy un chico común.

¿Tienes alguna afición destacable que vaya relacionada con tu historia?

Dicho así, no (risas). Hace unos años veía todos los partidos del Real Madrid y estaba al corriente de todo. Ahora me sigue gustando mucho jugar a fútbol, pero mis aficiones son más espirituales. Por ejemplo, me interesa mucho el tema de la salvación eterna a través de los exorcismos. El exorcista más importante del mundo, el Padre Gabriele Amorth, que murió en 2016, tenía más de 110.000 exorcismos. Me encanta leer sus libros, que son una pasada. También me gustan los libros espirituales como el diario de Santa Faustina Kowalska.

¿Qué aprendes de ello?

Por ejemplo lo que te encuentras en un exorcismo. No solo está el cura. Hay un médico y cinco o seis personas sujetando, por ejemplo, a un niño. También tienen unas chicas rezando el rosario. Por otro lado, me ha aumentado la fe. A través del demonio te das cuenta de que la religión católica es la de verdad. Si coges a un poseído y metes a un exorcista católico, a un pastor anglicano, a un budista o a un musulmán, el único que va a echar de manera eficaz al demonio es el católico. Está probado.

¿Qué le dirías a alguien que no se cree tu historia de tu vida?

Primero hay que contarlo. Si no se lo creen no pasa nada. Quizá con 80 años ven una imagen de la Virgen, se acuerdan de mi y dicen “por si acaso existes pido perdón”.  Igual se confiesan y se salvan. Que no se lo crean es lo de menos. A día de hoy la ciencia está por encima de todo y es determinante. Mucha gente me dice tonterías como “no te puedes acordar”, “me estás mintiendo” o “tiene que haber una explicación médica”. Lo típico del que no quiere creer.

 

Universidad San Jorge