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La atención emocional en el sector educativo viene para quedarse

El contexto del confinamiento debido a la COVID-19 supuso momentos de gran estrés para estos dos segmentos de la población. Y, además, como se ha comprobado a lo largo de estos meses de pandemia, el sistema educativo español no ha podido garantizar una enseñanza online de la misma calidad que la presencial. 

Por Cecilia Policart

El uso de la mascarilla es obligatorio para estudiantes, docentes y personal no docente. Fuente: Paula Alegre.

Esta convergencia de todos los problemas que está derivando la crisis sanitaria en el ámbito familiar (ERTEs, despidos, fallecimientos de familiares, etc.) sumado a la nueva educación online y, ahora, vuelta a las aulas con lo que ello implica, causa gran presión sobre profesores, alumnos y todo aquel involucrado en el mundo educativo. «Hay que entender cuál era la situación para todos. Al principio no te dabas tanta cuenta, pero luego ya teníamos que introducir algún otro elemento en la ecuación como la situación personal de cada uno, porque evidentemente sabías de tu alumno, pero no sabías de su entorno, si alguno de sus padres había perdido el trabajo, si no les llegaba el dinero para pagar las facturas, etc.», comenta Enrique Alegre, profesor del C.E.I.P. Galo Ponte. 

Sé que en un porcentaje determinado de alumnos sí que causó ansiedad lógicamente en el sentido de no saber si se va a acabar el temario de cara a la EVAU

Enrique Alegre, profesor del C.E.I.P. Galo Ponte

Durante el confinamiento, no todos los alumnos vivieron la misma situación ya que, a pesar de que se debía seguir con las clases de forma telemática, no todos los colegios, ni profesores ni alumnos, tenían los medios y herramientas necesarias para hacerlo. En algunos casos se funcionó mandando ejercicios sin hacer un seguimiento diario de los alumnos y, en cambio, en otros, era necesaria la conexión diaria a las horas de clase. 

«Al principio nos mandaban trabajos por Classroom, no deberes como tal, eran tipo proyecto. A partir de abril empezamos a tener videollamadas, pero solo de las asignaturas de Latín y Griego. De lo demás, no hicimos nada. Las videollamadas coincidían con las horas de clase, teníamos 4 horas a la semana. El resto de las asignaturas, solo deberes. No podíamos tener tampoco videollamadas con los profesores, era todo por escrito», explica Paula Gracia, estudiante de primero de bachillerato en I.E.S. Gallicum. Una situación nada fácil que le llegó a causar estrés: «Sentía que estaba todo el rato al límite. Sentía incertidumbre, no sabía qué iba a pasar o cómo iba a poder acabar el curso». 

Los centros educativos cuentan con dispensadores de gel hidroalcohólico. Fuente: Universidad San Jorge.

Quienes se han visto gravemente afectados por esta situación son los alumnos de bachillerato, tanto los que lo están cursando este año como quienes se presentaron en 2020 a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EVAU). «No tuve contacto con mis compañeros que daban a segundo de bachillerato, pero sé que en un porcentaje determinado de alumnos sí que causó ansiedad lógicamente en el sentido de no saber si se va a acabar el temario de cara a la EVAU», apunta Enrique Alegre. Una circunstancia que denuncian los alumnos, como es el caso de Lara Castillo, que se encuentra cursando segundo de bachiller en I.E.S. Gallicum: «Tengo presión en sacar buenas notas para que me dé la media para hacer la carrera que quiero, y por culpa de esto que nos está pasando con las clases puede que no llegue a sacar las notas que espero. Eso me causa muchos nervios». 

Una de las grandes preocupaciones de los docentes durante el curso pasado era la motivación de los alumnos. «No tenían motivación por nada, llegaron a despreocuparse de todo. Veían que lo que hacían no valía para mucho y eso les hacía no estar motivados y dejar de hacer las cosas de clase. A la vez, les generaba estrés, sobre todo, de cara al futuro», añade Paula Alegre sobre la situación que vivieron muchos de sus compañeros. 

Me he acostumbrado a llevar la mascarilla las seis horas

Diego Amorós, estudiante de tercero de la E.S.O. en el I.E.S. La Puebla de Alfindén

A lo que más importancia se le está dando durante este curso es a la salud, sobre todo la mental. Y, es por ello, que, como cuenta Heraldo de Aragón, «El Colegio Santa Magdalena Sofía pone en marcha un plan de acompañamiento emocional para sus alumnos». Un servicio fundamental en los tiempos que corren, sobre todo, de cara a saber manejar esta situación de la mejor forma posible. «Este curso debe primar la salud para que no afecte a nuestro alumnado y a las relaciones con el resto del profesorado», indica Estefanía Huerta, profesora del C.E.I.P. Guillermo Fatás. 

Los centros se han adaptado a las medidas sanitarias. Fuente: Universidad San Jorge.

Y es que, la vuelta a las aulas no ha devuelto la normalidad. La distancia, el uso de mascarillas, la ventilación en clase y el cuidado individual que debe tener cada uno para evitar contagios supone un gran agotamiento. Y es algo que afecta a los alumnos, aunque algunos han acabado por acostumbrarse, como Diego Amorós, estudiante de tercero de la E.S.O. en el I.E.S. La Puebla de Alfindén: «Me he acostumbrado a llevar la mascarilla las seis horas, lo que no llevo bien es pasar tanto frío en clase para ventilar». Pero, como comenta Estefanía: «Somos una profesión de contacto, es inevitable que se nos acerquen e imposible decirles que se pongan más lejos. Echo de menos las sonrisas».

Es una evidencia que la pandemia ha golpeado duramente a la sociedad más envejecida, pero no podemos dejar de lado a la población infanto-juvenil. Es imprescindible crear una rutina adaptada a la nueva normalidad para, de este modo, evitar un incremento de riesgos psicosociales entre los más jóvenes. 

Universidad San Jorge