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Sombras (columna literaria)

Se desteñiría. Estaba convencida de que, al tocar el agua, ese niño perdería su brillante color de ébano. A los tres años, me atemorizaba la oscura piel de los africanos. Y aquella mañana de piscina en Benidorm, el miedo y la ignorancia me convencieron del absurdo: el blanco de las plantas de sus pies y las palmas de sus manos –pensaba–  marcaba el comienzo de un proceso de decoloración que se precipitaría con un chapuzón. Cuando el pequeño se lanzó, emergí despavorida, llorando, hacia los brazos de mi madre. No quería tintarme y lucir negrita, como esa personita antes de su baño…

Me ocurría lo mismo con Saleh, un niño del jardín de quien me escondía porque me acobardaba la penumbra de su cuerpo, su pelo ensortijado, el resplandor de sus dientes. Ante mi timidez, Saleh se me acercaba divertido, pasaba un dedo sobre su rostro y lo rozaba luego sobre el mío, haciéndome creer que me había pintado como el betún. Yo huía para que no me tiñera y parecer una ‘sombra’ de mí misma. Mis compañeros se reían de mi miedo y de mi ignorancia, y solían arrastrarme hasta Saleh para estallar a carcajadas con mis llantos.

En cierta ocasión, en Benidorm, me atreví a comprobar el misterio. Me acerqué a un hombre retinto como el carbón. Yacía de espaldas sobre una hamaca. Cuando estaba a punto de tocarlo para saber si de verdad los africanos se desteñían, descubrió mi sombra, se giró y me miró desde ese fondo oscuro con unos ojos y unos dientes blanquísimos y relucientes, que me provocaron un llanto desgarrador… Hoy me vienen esos recuerdos, como sombras del pasado. Como penumbras de un prejuicio negro sobre el color más serio y elegante.

No. Los niños negros no destiñen. No manchan nuestras pieles blancas. Negros son nuestros prejuicios, nuestros miedos. Manchan nuestra existencia la estupidez y la ignorancia. Hoy me río de mí misma. Y me río con Saleh, mi amigo, de la inocencia de mi niñez ‘oscurantista’. Hoy me vestiré de negro. Mi color favorito.

Escrito por: Sheila Peñalba, alumna de 2º de Periodismo en la Universidad San Jorge

Fotografía por: Sergio Lacasa

Universidad San Jorge