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Pablo Muñoz, pasión por aprender

Pablo Muñoz es un joven de 28 años despreocupado por el futuro que vive el día a día. Dedica la mayor parte del tiempo a sus cuatro pasiones: el baloncesto, viajar, la gente y la enseñanza. Estudia magisterio en la Universidad de Zaragoza, aunque invierte más horas en entrenar a los equipos del Doctor Azúa y de El Olivar que en sus estudios. Llama la atención por su gran capacidad para ganarse el cariño de todos sus jugadores y jugadoras, no solo de ellos, sino de la gente en general. Se podría decir que tienen un don para tratar con las personas.

El día a día de Pablo

He quedado con Pablo a la una de la tarde en la puerta de su casa. Cuando he llegado allí estaba; preparado para pasar una tarde juntos contándome cómo es un día de su vida. Me ha sorprendido su puntualidad. En otra ocasión me hizo esperar quince minutos. Menos mal que uno de sus amigos, Julito, ya me había avisado de que Pablo es un “desastre”:

-Su mayor defecto es que va a su bola y vive en su mundo. Muchas veces consigue sacarnos de nuestras casillas porque quedamos, no aparece y no responde a las llamadas. Pero tampoco le podemos echar nada en cara. Pablo es un amigo de verdad. Cualquier persona que necesite su ayuda, podrá contar con su colaboración- Me aseguró Julito.

Esto lo he podido comprobar yo misma. Cuando le propuse ser su sombra durante un día entero no me puso ningún problema. La única pega que vio fue una: no iba a madrugar. Pablo se considera un “ave nocturna”. No acostumbra a ir a clase por las mañanas. Aparte de que prefiere trabajar por su cuenta, se las ingenia para que algún compañero le pase los apuntes y estudiar por la noche, ya que pasa toda la tarde de aquí para allá entrenando a un equipo u a otro de baloncesto de categorías escolares.

Hemos ido a comer a La Antilla, un restaurante cercano al colegio Doctor Azúa, donde entrena a los niños más pequeños la mayoría de los días de la semana. Es habitual que Pablo venga aquí los sábados con sus amigos. Cada mañana, cuando Pablo se despierta, no sabe dónde va a almorzar ni a cenar. Es todo un ministerio. No le gusta planear, sino que se deja llevar. La mayor parte de los días a la hora de la comida va  al club deportivo El Olivar donde coincide con el resto de entrenadores y amigos. Hoy ha hecho una excepción para comer conmigo.

Pablo demuestra ser una persona independiente. Vive con su madre y sus tres hermanas y ninguna de ellas sabe que hoy pasará el día con una periodista que pretende saber cómo es y conocer hasta el último detalle sobre su vida.  A cualquier persona le puede resultar intimidante que alguien te proponga escribir sobre ti, pero este no es el caso de Pablo; le apasiona la idea. Considera que es divertido y una bonita experiencia. De hecho, después de haber pasado tanto tiempo juntos, afirma que sería capaz de realizar un  perfil sobre mí. Adora escribir, aunque no que le lean, por lo que prefiere guardarse sus textos para la intimidad.

A sus 28 años no aparenta tener las típicas preocupaciones de encontrar un trabajo fijo o independizarse. El devenir no tiene cabida en la mente de Pablo, sino que planifica hasta donde sabe que puede llegar:

-¿Piensas en el futuro?-Le pregunto

-No me lo planteo demasiado. Quizá me vea independizado totalmente, pero me gusta tal y como estoy ahora. No me preocupa mucho.

Su respuesta me sorprende bastante. A la mayoría de los jóvenes de su edad les suele preocupar el hecho de independizarse o encontrar un trabajo. Pero este no es el caso de Pablo. Su sueño es poder realizar lo que hace al margen del dinero: entrenar, conocer gente nueva y sorprenderse.  Prefiere no ponerse muchos objetivos, no preguntarse el sentido que la vida pueda tener y, sobre todo, experimentar. Según él: “Planifico hasta donde pienso que puedo llegar y el futuro lejano no me tapa lo que hago ahora mismo. Cuando llegué me ocuparé de él”.

Pablo afirma tener una meta: terminar la carrera de magisterio. Su pasión tanto por enseñar como por aprender le ha llevado a querer dedicarse a esta profesión, que por otra parte, le permite también continuar con sus equipos. Opina que “la educación es la forma de cambiar el mundo a mejor”. Pese a este pensamiento, Pablo dejó sus estudios tras el divorcio de sus padres. Fue uno de los momentos decisivos de su vida. Sus notas hasta ese momento eran muy buenas, es una persona muy inteligente al igual que muy perezosa a la hora de estudiar. Solía suspender, pero siempre recuperaba todas las asignaturas con calificaciones excelentes. La separación de sus padres dio un vuelco a su vida. Algo ocurrió que ni él mismo es capaz de explicar. Pero, actualmente, casi 11 después, Pablo está convencido de que algún día acabará universidad y podrá dedicarse a enseñar a los niños y a aprender de ellos.

Su predilección por educar, y sobre todo, de formarse, viene desde que era muy pequeño y disfrutaba escuchando las tertulias de su padre y sus compañeros en el salón de su casa. Adoraba especialmente a David, un fallecido amigo de la familia con una extensa cultura, una inteligencia fuera de lo normal y problemas psicológicos. David influyó en la inquietud intelectual de Pablo. “Le escuchaba ávido de aprender y asombrado”, recuerda.

La velada juntos ha sido muy amena. Le encanta hablar con la gente, sea quien sea, no le da importancia. Su amigo Julito afirma que, cuando Pablo se ve obligado a asistir a una cena o comida y tiene que compartir mesa con desconocidos, se siente incómodo si no entabla conversación con ellos para conocerse. Estar con él es como estar con un amigo de toda la vida.

Cuando hemos salido de La Antilla hemos ido al C.P. Doctor Azúa, donde Pablo tenía que entrenar a los más pequeños del colegio. Nada más pisar el colegio, algo así con un millón de niños se ha lanzado sobre Pablo para abrazarle. No solo sabe ganarse el cariño de los adultos, sino también el de los niños.

Esta escuela es diferente a cualquier otra. La educación deportiva, y especialmente, la relacionada con el baloncesto, no se recibe en ningún otro centro de enseñanza ni club. Todos los alumnos visten cada día orgullosos camisetas con  el color del Azúa, el naranja. No ha alumno que no lleve una camiseta de esta tonalidad. Me llama la atención un detalle, ¿Acaso no hay balones de fútbol como en todos las escuelas? Casi ninguno. En cambio, alrededor de unas treinta pelotas de baloncesto abundan por el patio del recreo.

El espíritu de este colegio es poco común: aprender y pasárselo bien dejando al margen las victorias. Este método lo imponen todos los entrenadores, no solo Pablo. La diferencia es que Pablo lo utiliza también para los más mayores, que son capaces de compaginar este sistema con la competición. Los jugadores de Pablo no le ven únicamente con el coach, sino también como un amigo.

Entrar a formar parte del cuerpo de entrenadores del Doctor Azúa también ha sido uno de los momentos claves de su vida. En esta escuela ha aprendido a base de enseñar y ha descubierto cuales son los verdaderos valores deportivos que él tiene y pretende transmitir a los niños.

Cuando termina el entrenamiento salimos rápido a coger el tranvía. “Mis días consisten en ir corriendo de pabellón en pabellón”, me asegura Pablo, y tiene toda la razón. Falta una hora para que comience su segundo entrenamiento del día, en esta ocasión, toca trabajar con las chicas cadetes. Las niñas llegan con mucha antelación para cambiarse de deportivas y poder charlar. Pablo parece una más, se lleva muy bien con las jugadoras y las quiere mucho. Las entrenó cuando ellas tenían nueve años, y seis años más tarde vuelve a disfrutar con ellas. Se respira un buen ambiente, pero en el momento en el que empiezan a realizar ejercicios, Pablo se pone más serio, pero nunca llega a abandonar la sonrisa. Les inculca respeto, esfuerzo, humildad, agradecimiento y trabajo en equipo. “Tenemos prohibidas frases con `es que´ ni `no puedo/no me sale´. Las excusas nos impiden aprender”, afirma Pablo.

Irene Revillo es una de las jugadoras de Pablo, de la que reconoce “estar enamorado”. Una noche soñé que me lo confesaba, y al contárselo, entre risas afirmó que era cierto. Irene conoce a Pablo desde que aprendió a andar y ha sido jugadora suya en numerosas temporadas. “Pablo se preocupa mucho por nosotras y por nuestras vida en general, no solo por el baloncesto. No le importa ganar o perder. Su principal objetivo es que nos lo pasemos bien aprendiendo y no hace ningún tipo de discriminación con las jugadoras. Para él todas somos iguales”, asegura Irene.

Después de un entrenamiento femenino, toca desplazarse de pabellón para ir a por el masculino. Disponemos de 45 minutos antes de que empiece de nuevo, por lo que aprovechamos este hueco para charlar en la cafetería.

-¿Qué sueles hacer este rato muerto antes de ir con los chicos?- Le pregunto.

-Debería sacarme los apuntes y avanzar un poco el estudio. Pero en tan solo tres cuartos de hora no me da para concentrarme. Suelo traerme un libro o el portátil para ver vídeos. También acostumbro a reflexionar sobre los entrenamientos: qué ha ido mal, que podría mejorarse, qué es lo que funciona…

-¿En algún momento te relajas?- Me sorprende el ajetreo que tiene, pese a que no parece estar estresado. Está más que acostumbrado a este estilo de vida.

– No. Para eso ya tengo las mañanas. Mis tardes son un poco agobiantes, pero no las cambiaría. Prefiero esto a no tener nada que hacer. En cierto modo, me ayuda a organizarme mejor.

Cuando por fin termina con el último de sus equipos (también es ayudante en el equipo femenino del Primera Nacional) son las 22:30h. Vamos juntos a coger el tranvía y le acompaño hasta su portal.

Por el camino me ha ido contando qué es lo que va a hacer cuando llegue a casa:

-Lo de siempre- sonríe- No cenaré mucho porque me da pereza cocinar a estas horas. Me sentaré un rato en el salón con mi madre por hacer vida familiar, pero no duraré mucho. Prefiero irme a mi cuarto a revisar apuntes o a hablar con la gente por las redes sociales, depende de las obligaciones que tenga.

Le gusta ver series antes de acostarse, como Walking Dead o Bones, que son las que sigue actualmente y, finalmente, a dormir.

En ocasiones, le gusta actualizar su blog. He buscado a ver cuál era su última entrada. Trata sobre el talento de los niños, un hecho que siempre le ha conmocionado. Cita al célebre Alejandro Dumas: ¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación”. Pablo recapacita acerca de esta frase y afirma que en los muchos años que lleva trabajando con los niños ha descubierto inmensas capacidades, muchas de ellas inalcanzables para los adultos. Sin ir más lejos, por ejemplo, la capacidad de perdonar.

Pablo tiene un espíritu crítico que muestra en sus escritos. A partir de una relación maestro-aprendiz basada en el respeto y el cariño pretende cambiar las técnicas educativas. De momento es un simple entrenador más de baloncesto que, poco a poco, se está haciendo hueco en el apasionante mundo de la enseñanza.

La cara no deportiva de Pablo

Aunque la mayoría del tiempo lo dedica a su deporte favorito, el baloncesto, Pablo tiene otras muchas pasiones, como leer, conocer gente y viajar. Adora ciudades como Londres, a la cual viaja a menudo  con los niños del Azúa para hacer excursiones. La capital británica tiene un estilo especial debido a la variedad de culturas que llama la atención a Pablo. Pero donde realmente le gustaría vivir es en la montaña. Cada verano puede disfrutar de la naturaleza en un campamento al que va como monitor. Pero, si tuviera que elegir un lugar para vivir sería Peñíscola, un pueblo lleno de maravillosos recuerdos con la familia y con los amigos, donde ha vivido experiencias muy importantes, como por ejemplo, conocer al amor de su vida.

Texto e imágenes: Noelia Tabanera

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